Dispares
Besos nuevos se componían sobre tus pechos asimétricos. Tu perdías la fe, yo compraba cigarrillos sueltos.
Las ambulancias pasaban a velocidad luz o al menos eso creíamos cuando los borrones rojos despedazaban la noche o era el licor que nos ponía calientes y estúpidos y amorosos.
Danzaron las putas de la avenida 34 cuando el autostereo tocaba los acordes de “Wind in her hair” y te metía mano y promesas por los muslos; no era de extrañar que llegarás a odiarme de la manera en que lo haces, indiferente y pelirroja, hermosa cruel bastarda dueña de mis dueños. Motorama sigue sonando en el Cadillac modelo 76 (que compre en 1988 cuando mi madre falleció de leucemia y me salvaste del abismo en el que me regocijaba, escribía notas suicidas para publicarlas en el diario local donde trabajaba como corrector de estilos) en el año 2058.
Sos una pobre visión del todo y del nada, caminaba entre callejones solitarios buscandote con cerveza, bourbon o que carajos sabré yo de alcohol o de mí o de ti. Te gustaba probar besos y labios distintos cada tanto, 6 putos meses te bastaban para cambiar el juego.
El tiempo se perdía y las llaves del departamento en el centro que compartías con aquella rubia demasiado inteligente para vivir en esta ciudad de mierda, era pintora o al menos eso decía ella cuándo algún chico con intenciones de llevarle a la cama se le acercaba en las fiestas de navidad que terminaban en orgías de poetisas y poemas.